Cultura, una breve aproximación crítica
La cultura constituye un concepto fundamental de la antropología desde los albores de la disciplina. Sin embargo, no ha habido consenso para una definición global de la cultura. Esto es debido a la excepcional heterogeneidad que conforma el cuerpo de la disciplina y a que, como veremos, no es posible realizar una única definición de cultura que satisfaga todas sus diferentes acepciones.
Apuntes históricos
Definir la cultura es una labor muy problemática porque la palabra “cultura” es polisémica y obtiene diferentes significados según el uso y contexto en que se utilice.
La primera definición antropológica del término cultura la proporcionó Tylor en 1871: “La cultura o civilización, tomado desde su sentido etnográfico, es ese todo complejo que incluye conocimiento, creencia, arte, morales, ley, costumbre y cualquier otra capacidad y hábito adquirido por el hombre como miembro de la sociedad” (Tylor, 1974:1). Esta definición ha sido especialmente influyente en la antropología sociocultural, ya que dio pié a muchas otras discusiones en torno a la cultura. Sin embargo, en la historia de la disciplina prácticamente cada antropólogo ha acabado definiendo la cultura de una manera u otra. En 1952, los antropólogos Alfred Kroeber y Clyde Kluckhohn intentaron recoger todas las posibles definiciones de cultura que se habían desarrollado hasta la fecha, registraron más de 150. Desde entonces, ese número no ha hecho más que aumentar exponencialmente.
Dicotomía Cultura <-> Naturaleza
Históricamente, el concepto de cultura ha sido utilizado como el elemento exclusivo que caracteriza al ser humano sobre el resto de seres que cohabitan en cada ecosistema. Como consecuencia, la cultura ha sido utilizada como pretexto para legitimar la supremacía del ser humano sobre la naturaleza. En muchas definiciones –arcaicas y actuales- la cultura sigue apareciendo como una particularidad humana. Un caso claro es la definición del término elaborada por Oswald en 1915, al describir a la cultura como «aquello que distingue a los hombres de los animales” (en Díaz de Rada, 2011:31).
A partir del giro hermenéutico en las ciencias sociales, la confrontación de las dos categorías “cultura” vs “naturaleza” (culture vs nurture) quedó en desuso a favor de una interpretación crítica en la que se concibe la naturaleza como una conceptualización antropogénica, es decir, construida por el ser humano para sus propios intereses contextuales (Por ejemplo, para legitimar el colonialismo o reafirmar la identidad de un colectivo) (Descolá, 2012:101).
Este giro tuvo como consecuencia un mayor desarrollo crítico sobre las influencias culturales que inciden en nuestra forma de observar e interpretar el mundo. Podemos pensar que otros seres -a parte de los humanos- tienen cultura, aunque puede que estemos proyectando nuestras propias formas de comprender la cultura en esos seres para justificarlo. Por otro lado, creer que la cultura es exclusiva del ser humano es un argumento que en sí unifica a la especie y puede ser utilizado en defensa de la igualdad de las personas.
El debate es hasta cierto punto irresoluble. Entre la interpretación de que se está humanizando el ecosistema y la que concibe a la naturaleza como un constructo cultural más, existe todo un abanico de concepciones que responden en última instancia a la diferencia existente entre las diferentes maneras de pensar la cultura. No obstante, no cabe duda de que repensar el concepto de cultura más allá de esa dicotomía cultura-naturaleza ha contribuido a unificar el concepto de lo que somos como especie.
Qué es la cultura: Algunas definiciones
Pero entonces, ¿qué es la cultura? No hay una respuesta clara y unívoca. Una redefinición del “todo complejo” más precisa requeriría definir la cultura como el conjunto de moldes que orientan las acciones de los seres humanos. Aun así, se requeriría conocer las características de esos moldes, cerciorándose además de que esos atributos sean exclusivos del ser humano. El antropólogo Ángel Díaz de Rada (2011) proporciona seis definiciones diferenciadas del término en un ejercicio de delimitación conceptual. Estas seis definiciones enmarcan la cultura dentro de una pluralidad de situaciones de uso y de forma:
Ҥ1 Cultura es una forma de vida social.
§2. Cultura es el conjunto de reglas con cuyo uso las personas dan forma a la relación que las personas mantienen entre sí, en su vida social.
§3. Cultura es el conjunto de reglas con cuyo uso las personas dan forma a su acción social.
§4. Cultura es una descripción, hecha por alguien, del conjunto de reglas con cuyo uso las personas dan forma a su acción social.
§5. Partiendo de la definición §3, cultura es el conjunto de reglas para relacionarse con las reglas de §3 en cada situación concreta.
§6. La cultura es el discurso, el decurso, de un conjunto de reglas convencionales puestas en práctica en el tiempo de las situaciones sociales.” (Díaz de Rada, 2010:193-194)
Los moldes y las reglas inciden en nuestra manera de pensar, construyen distinciones de género, etnia, edad, actividades que conforman identidades colectivas, y en general construyen significados sobre todos los elementos con los que interactuamos o pensamos.
Todo significado compartido está mediado culturalmente por diferentes capas de significación. Sin embargo, las acciones no se determinan culturalmente, sino que se orientan culturalmente. Esta matización es necesaria ya que las reglas dan forma a la acción social, pero la acción siempre parte de unos individuos con ciertas libertades de accionar dentro de su contexto imaginado.
Qué no es la cultura
La cultura no es una forma de acción, sino una propiedad de ella, así como ninguna acción es en sí un molde preconfigurado (Díaz de Rada, 2011:216). Toda acción es responsabilidad de la persona que la realiza, aunque siempre estará mediada por una cultura.
En ningún caso la cultura es un ámbito aislado de la vida, sino que está integrada y permea toda forma de acción humana. Ninguna definición crítica de cultura podría afirmarla como una esfera aislada. Sin embargo, el uso que recibe la palabra cultura en los diferentes medios de comunicación e instituciones gubernamentales hace creer que la cultura es independiente del resto de ámbitos de la vida. El uso que recibe en ellos está claramente delimitado en la esfera de las artes y las humanidades. Difícilmente encontrarás artículos sobre política internacional en la sección de cultura, aunque esas políticas internacionales estén igualmente mediadas culturalmente.
En ningún caso puede haber gente sin cultura. Algunas personas utilizan la expresión “esa persona no tiene cultura” para referirse. Aunque parezca extraño, esa forma de concebir a “personas sin cultura” es a su vez una forma culturalmente mediada que requiere de una investigación propia. Sin embargo, como dice Díaz de Rada: “la cultura no es, en realidad, una propiedad de la gente, sino una propiedad de la acción que la gente pone en práctica” (Díaz de Rada, 2011:209).
Las culturas no son en ningún caso construcciones herméticas o bloques monolíticos que reglan la acción. Las culturas son dinámicas y cambiantes -como lo es cualquier conceptualización- y están sujetas a la forma en que son pensadas.
Una cultura no es un grupo étnico. En gran medida, el modelo de Estado-nación trajo consigo la violenta imposición de una “cultura oficial” frente a la diversidad de formas de vida que habitaban en un extenso territorio.
Diferencias culturales
Partiendo de la adaptación de la definición de Tylor -pensar la cultura como un conjunto de moldes- existe cierto consenso en que los moldes conforman rasgos culturales que orientan las acciones, que son las formas perceptibles de una mediación cultural.
Todas las diferencias culturales se perciben en un grado de concreción, sobre acciones concretas. La percepción de la existencia de diferencias culturales implicaría que las culturas tengan límites, pero la percepción siempre es sobre acciones concretas, no entre culturas. De este modo, las fronteras no son entre culturas abstractas, sino que la cultura construye fronteras y distinciones concretas en rasgos culturales que orientan la acción que percibimos.
Las personas no pueden observar rasgos culturales aprecien como ajenos sin separarse de sus propias nociones culturales. Nuestra mirada está cargada de prenociones y, cuando miramos un patrón cultural que no nos es familiar, éste suele generar un extrañamiento en nuestra forma de concebir la coherencia de una cultura imaginada.
Ejemplos para comprender la cultura
Para acabar, expongo brevemente algunos casos que pienso que pueden ser significativos para comprender el uso del concepto de cultura en cada ejemplo.
· Patrimonio cultural. Se trata de la herencia de las personas en una localidad. Incluye el patrimonio histórico-artístico, como el conjunto de producciones culturales materiales y el patrimonio inmaterial, es decir, aquellas prácticas culturales particulares de una localidad. Sin embargo, donde el patrimonio obtiene una alta significación es en las exclusivas listas de la UNESCO, donde se aporta la relevancia de un lugar o práctica de manera interesada, provocando que países occidentales tengan un mayor reconocimiento que países excepcionalmente diversos como India.
· Políticas culturales. Conjunto de medidas, programas y principios de las administraciones públicas para el acceso y desarrollo de la cultura entendida como el ámbito independiente y exclusivo del conocimiento, las artes y las humanidades.
· “La cultura de los Mundari”. Este tipo de expresión asocia un grupo étnico con una cultura. Esta apreciación ha sido clave en los trabajos de principios de siglo XX, cuando los etnógrafos se desplazaban a lugares exóticos para construir descripciones atemporales y delimitadas espacialmente de un grupo de personas que actuaban todos de la misma manera siguiendo unas reglas ortodoxas de una cultura completamente diferente a la del etnógrafo (Fabian, 2014). A partir de los años 80, esta forma de realizar la investigación etnográfica ha sido ampliamente criticada, abriendo puertas a nuevas formas de investigar, observar y construir objetos de estudio generando una nueva actitud entre los investigadores sumando enfoques multi-situados e interconectados (Marcus, 1995).
· La cultura local. Esta expresión asocia una cultura a una región concreta y parte de la misma problemática de atemporalidad que en el ejemplo anterior. Sin embargo, se utiliza como discurso para ensalzar ciertos elementos que tienen lugar en una región dentro del discurso oficial respecto a lo que caracteriza a un territorio. Por contraposición frente a la cultura global, la cultura local reúne todos aquellos elementos que no han sido influenciados por la globalización, aunque, en la práctica, la cultura local es en gran medida una respuesta local a las influencias globales. Por ejemplo: diferentes recuperaciones de artesanías que dejaron de ser prácticas debido a la globalización de los estándares chinos, se recuperan pero no por el uso que tenían sino poniendo en valor cuestiones relacionadas con la identidad local.
· “Es que es nuestra/su cultura”. Esta frase es utilizada para legitimar un posicionamiento que consideramos chocante y que rompe con nuestras reglas culturales de concebir un fenómeno. Resulta especialmente relevante en relación a fenómenos cargados de violencia (percibida por mí o por los informantes). Si, en lugar de negar la diversidad cultural, reflexionamos acerca de por qué nos choca tal fenómeno, contribuiremos a promover un pensamiento crítico sobre nuestras prenociones y nuestras herramientas culturales de comprensión.
Como hemos visto, la cultura sigue siendo un término de problemática definición. Las maneras de aproximarnos a nuestra/otra cultura está condicionada por nuestra forma de categorizar el mundo. Puede que no queramos utilizar estas categorías, que incomode el uso de ciertas distinciones culturales, puede incluso que se aspire a ser seres vivos libres, pero estas ataduras condicionan drásticamente la experiencia vital que recibimos como personas. Aun así, las influencias culturales actuales se presentan más fluidas y globales que nunca, y esto promueve la resignificación cultural y la emergencia constante de nuevos cambios culturales.
Referencias
Descolá, P. (2001 [1996)] ‘Construyendo naturalezas. Ecología simbólica y práctica cultural’. En Descolá P. y Pálsson, G. (eds) Naturaleza y sociedad. Perspectivas antropológicas. Routledge.
Díaz de Rada, A. (2010) Cultura, Antropología y otras tonterías. Trotta.
Fabian, J. (2014 [1983)] Time and the Other. How Anthropology makes its Object. Columbia University Press.
Marcus, G. (1995) ‘Ethnography in of the world system, the emergence of multisited ethnography’. En Annual Review of Anthropology 1995.24 (pp. 95-117).
Tylor, E.B. (1974) [1871]. Primitive culture: researches into the development of mythology, philosophy, religion, art, and custom. New York: Gordon Press.