Francisco Ferrándiz. Respuestas rápidas y lentas entre las antropologías de la violencia
El proceso etnográfico sobrepasa la imaginación del investigador. En nuestras investigaciones es frecuente encontrarnos elementos que no responden a nuestras expectativas. Pudiera parecer que esos elementos son obstáculos para nuestros objetivos etnográficos, pero si los incluimos como parte de nuestra investigación la enriquecerá significativamente. Estos obstáculos tienen una carga especial cuando los contextos en que nos desenvolvemos están caracterizados por ciertos tipos de violencia. Estos contextos han sido la base de las principales investigaciones de Francisco Ferrándiz. En este artículo expongo algunas cuestiones de los trabajo de campo de Francisco Ferrándiz y que son necesarias de considerar dentro del proceso etnográfico.
Francisco Ferrándiz es investigador del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), su trabajo se ha centrado en diferentes cuestiones relacionadas con la violencia, corporalidad y memoria. Estas cuestiones han sido centrales en dos de sus proyectos de investigación más importantes: la posesión del cuerpo en el culto de María Lionza y las exhumaciones de fosas comunes.
En su primer proyecto mencionado, Francisco Ferrándiz tenía la intención de centrar su trabajo en “las formas de posesión emergentes en el culto como una especie de calidoscopio corpóreo a través del cual descifrar la sociedad venezolana más allá de la lógica y contexto del ritual religioso” (Ferrándiz 2008:97). Fue allí impulsado por sus ideales críticos en contra de la antropología de sillón. Sin embargo, al empezar su trabajo de campo se encontró con un nivel de violencia que no se esperaba.
“Estas violencias del día a día me saltaron a la cara desde que pisé Caracas, condicionaron profundamente mi proyecto sobre María Lionza desde el principio de mi trabajo de campo, y me incitaron a desarrollar una línea de investigación que dura hasta el presente” (Ferrándiz 2008:97). Ferrándiz decidió no sufrir en silencio las violencias cotidianas -que sería más cómodo y posible dentro del marco de la investigación clásica- sino incluirlas en su diseño de investigación, ya que las religiosidades estaban muy vinculadas a la visión del culto que él estaba investigando.
Este tipo de adaptaciones del diseño de investigación en relación a las demandas que van surgiendo es, de hecho, una constante en la investigación. Ferrándiz utiliza la imagen del campo de minas para caracterizar esta necesidad de reconsiderar y reevaluar el proyecto de investigación, en su caso en relación a la violencia (Ferrándiz, 2008). Reflexionar acerca de la violencia conduce a considerarla en múltiples contextos y formas, “La violencia no se limita al uso de la fuerza, sino más bien a la posibilidad o amenaza de usarla (Velho, 1996, cit. En Ferrándiz, 2004:162). Ferrándiz habla de dos posturas antropológicas frente a la violencia: la primera, más tradicional en la antropología de la violencia, que analiza los mecanismos e instituciones que legitiman la violencia y la segunda -más innovadora- acerca del análisis de pautas que conllevan la permanencia de los conflictos en lugar de su resolución (Ferrándiz, 2004:163). Una diferencia radica en la forma de concebir el fenómeno violento, en el primero existe cierto consenso de anomalía sobre lo que se percibe como violento, y el segundo se enfoca en la falta de resolución de conflictos continuados en el tiempo que han sido aceptados como una parte habitual de sus vidas cotidianas.
Su segundo proyecto mencionado también gira en torno a la violencia, relacionado con las exhumaciones contemporáneas de fosas comunes. Resulta un tema que poco a poco ha emergido en nuevos contextos que han requerido ampliar y transformar la investigación: los entornos de las exhumaciones, los rituales funerarios, el duelo diferido, el uso de las imágenes digitales y analógicas, el posicionamiento y legitimidad política de los eventos, las asociaciones, la Ley de memoria histórica y la Comisión acerca del Valle de los Caídos.
Los dos proyectos comparten temas de investigación, pero con un desarrollo particular: se pasa de la memoria popular en los cuerpos poseídos a la memoria histórica de los cuerpos fusilados, y se vincula la violencia cotidiana con la violencia bélica (Ferrándiz, 2013).
La posición del antropólogo en el trabajo de campo
Existe un problema endémico en la falta de perfil público de los antropólogos sociales. Ferrándiz comenta que prácticamente a cada persona que hablaba en la exhumación tenía que explicarle qué era ser antropólogo, e incluso con otros profesionales tenía que justificarles por qué estaba en ese lugar y qué podía aportar un antropólogo en ese contexto (Ferrándiz, 2008:106). A diferencia de los antropólogos, los forenses o psicólogos sí tienen un amplio reconocimiento social y perfil público y no tienen que explicar ni justificar su presencia en el campo porque las personas entienden que su presencia es legítima, a diferencia de la del antropólogo. Incluso puede provocar grandes obstáculos para la investigación “el término “antropólogo social” o “antropólogo cultural” produce cierto desconcierto. Y ese desconcierto provoca no pocas veces “cortocircuitos de expectativas” entre antropólogos e “informantes” de diverso tipo” (Ferrándiz, 2008:18). En este sentido, Ferrándiz habla de prepararse para dar una respuesta rápida a esta demanda de cada persona, y no emplear mucho tiempo en explicar qué es la antropología cuando en algunos debates internos esta pregunta ha generado muchos problemas. En su caso, cuando le preguntan en exhumaciones dice que su labor es sencillamente la recogida de testimonios (Ferrándiz, 2008:107).
Métodos visuales en contextos volátiles
El contexto de una exhumación dura el tiempo en que se lleva a cabo, y no se puede repetir. Igual pasa con los eventos de las asociaciones. En ese tiempo, las personas se mueven, vienen, se van: no son constantes. Para poder localizar las personas involucradas, Ferrándiz utiliza las herramientas visuales como estrategia de localización: la información puede ser reconstruida después gracias a las imágenes que uno toma, utilizando técnicas como la foto-elicitación en entrevistas o charlas informales.
Otra técnica muy relevante para la identificación es el rastreo del uso y las formas de relacionarse entre las personas y las fotografías de sus familiares víctimas del franquismo. En este sentido, Jorge Moreno Andrés es uno de los que más ha trabajado el uso de la imagen en estos contextos. En su obra (Moreno-Andrés, 2019) examina ampliamente diferentes contextos acerca de la vida social de las imágenes: la imagen acompañante, la posesión del retrato del familiar asesinado en espacios móviles como la cartera, cómo se cuidan y se poseen las imágenes, cómo circulan en el espacio doméstico, también en escenarios de culto católico en forma de exvotos en el Santuario de la Virgen del Monte en Bolaños de Calatrava (Moreno-Andrés, 2019:68).
Las formas de construir la memoria han sido transformadas radicalmente a través del paso del mundo analógico al digital. El consumo digital de las imágenes desde el móvil y las formas de compartir esas imágenes por las redes sociales, donde la posesión de las imágenes cambia de significado, y la construcción del pasado, la preservación y transmisión de la memoria traumática a través de las imágenes. Cabe mencionar que es también en torno a las exhumaciones donde emergen relatos y dinámicas de la recuperación de la memoria articulada. Personas de 70 años que utilizan un lenguaje particularmente interesante cargado de recuerdos y miedos de infancia (Ferrándiz, 2013:14’’26’).
La toma de testimonios audiovisuales tuvo una función inesperada: las entrevistas abiertas se convirtieron en actos públicos. Las personas hablan por primera vez y se descubren cosas unos a otros. Estos contextos tienen una gran carga emocional: “Para muchas personas la exhumación es el momento más importante de su vida” (Ferrándiz, 2013:28’’02’) se visibilizan los duelos diferidos tanto en las exhumaciones como los eventos públicos en asociaciones. “A la tensión que acompaña la emergencia paulatina de los restos, la presencia emocionada de familiares, la circulación de detalles sobrecogedores sobre las circunstancias de los fusilamientos, se añade la falta de protocolos de interacción y comportamiento predefinidos y, para muchas de las personas presentes, de una hoja de ruta política, simbólica y emocional para navegar estas situaciones que, en muchos casos, sólo experimentará una vez en su vida.” (Ferrándiz, 2008:105). Pero lo antropólogos carecemos de entrenamiento disciplinar para tratar escenarios con esta carga emocional “la etnografía requiere en este caso, necesariamente, de un entrenamiento emocional paulatino –que no deja de ser una parte importante de la propia etnografía— para asumir el entorno de manera relevante para el proceso de investigación” (Ferrándiz, 2008:105). Además, nuestro cuerpo condiciona la accesibilidad a los entornos en que investigamos, los grados de movilidad y la visibilidad de los elementos y de los fenómenos (Massey, 2012:114).
Posicionamientos con respecto a medios y asociaciones
Ferrándiz comenta que en 2002 había finalizado su trabajo sobre las exhumaciones. Sin embargo, ese año se empezaron a abrir las fosas comunes y decidió retomar la investigación desde un nuevo enfoque. Ese año las exhumaciones obtuvieron un enorme perfil público liderando las noticias en España durante períodos muy concretos como en 2008 a partir de la ley de memoria histórica. Fuera de toda expectativa, el tema de las exhumaciones empezó a cobrar un creciente interés mediático y una consecuente crispación social en la medida que se iba visibilizando a través de los medios nacionales e internacionales.
Cuando el perfil público de las exhumaciones llega a estar en portada de todos los periódicos empiezan a llegar demandas mediáticas de todo tipo. Todos los medios quieren saber la opinión de un investigador del CSIC. Para este tipo de casos Ferrándiz propone prepararse uno o dos titulares (Ferrándiz, 2013’’37’). Muchos medios tienen una intención demagógica para obtener lectores de manera bastante cuestionable, y son capaces de descontextualizar las frases con tal de llamar la atención. Es por esto que prepararse titulares ayuda a que no haya posibilidad de malversar la intención del investigador.
Las expectativas de las asociaciones influyen en el discurso del investigador. En los actos públicos, las asociaciones utilizan a las figuras académicas para respaldar los intereses de una asociación y a ciertas líneas políticas. Para las asociaciones, las reflexiones fruto del trabajo de campo no son tan relevantes como lo es el apoyo institucional. Hasta cierto grado, los posicionamientos se llevan a cabo a través de un diálogo legítimo: Las asociaciones utilizan el prestigio académico y los investigadores utilizan estos escenarios como contexto relevante para la investigación etnográfica (Ferrándiz, 2013:60’’16’).
Adaptación etnográfica e intereses financieros.
Francisco Ferrándiz habla sobre el concepto de etnografía de respuesta rápida para enfatizar la modulación del investigador, que es, poder adaptarse a diferentes contextos emergentes e inesperados de una manera provechosa tanto para la audiencia como para el investigador. Como dice Ferrándiz: “el campo de estudio se transforma y crece repentinamente en escala y complejidad desbordando ampliamente las previsiones del investigador y obligando a reajustar drásticamente los proyectos” (Ferrándiz 2013:0’’45’). Otros antropólogos como Francisco Cruces manifiesta la necesidad de realizar etnografías “en términos de proceso: un proceso de incesantes idas y venidas desde la experiencia vivida al papel escrito, de la observación a la entrevista, de la entrevista al diario, del diario al texto etnográfico, y vuelta a empezar” (Cruces, 2003:162), como también Velasco y Díaz de Rada (2006) ponen el énfasis en esta forma de construir la etnografía, ajena a los modelos cerrados e impuestos por ciertas tradiciones académicas. Los investigadores sociales tradicionalmente han tendido a utilizar un diseño fijo que congelaba los fenómenos y generaba imágenes atemporales y permanentes que poco tiene que ver con la naturaleza procesual y movediza del fenómeno social (Fabian, 2014), pero en parte lo hacían por las cuestiones de forma de los trabajos académicos.
Existe una confrontación de intereses que se pone de manifiesto en este punto. Las entidades financiadoras tienen unas expectativas concretas de realizar los proyectos específicos que financian; y esperan unos resultados científicos concretos. Pero los escenarios del trabajo de campo están vivos y en constante cambio, y generan nuevas incógnitas que obligan a replantear el proyecto de investigación, pero las instituciones no están sujetas a estos cambios.
Tiempos y ritmos
Los problemas con los tiempos y los ritmos en el investigador tienen lugar tanto en entornos académicos como en los escenarios de divulgación científica.
Tanto medios como actos públicos de perfil no académico suelen preguntar por acontecimientos que habían sucedido el día anterior o que habían sido noticia recientemente, lo que le pone en un aprieto al investigador. La manera de trabajar en la investigación académica conlleva mucho tiempo de reflexión, probar conexiones con otros temas y tiempo de análisis. “las personas y colectivos con los que trabajamos nos requieren frecuentemente la “devolución inmediata” de “resultados”” (Ferrándiz, 2008:107).
Dentro de la academia también existen problemas con el ritmo de la investigación. Los investigadores están sujetos a devolver un conocimiento a la academia en tiempo y forma, pero una investigación se sabe cuándo empieza pero no cuando termina. Pese a ello, los plazos de la academia y de las entregas delimitan el mismo objeto de estudio y pueden imposibilitar los cambios apropiados que requeriría la investigación.
Pensar en audiencias, etnografiar imagenes
Las etnografías están condicionadas por el tipo de audiencia que se tiene en mente cuando se realizan (Agar, 1996:122). La devolución del conocimiento a la entidad financiadora se escribe pensando en una audiencia concreta. Cuando la academia financia una investigación el conocimiento se escribe dentro de las convenciones de estilo de esa academia. Y en ocasiones el trabajo pensado para una audiencia concreta acaba teniendo otras audiencias que leen o visionan la obra. Este punto es especialmente relevante cuando los trabajos académicos se realizan en acceso abierto en plataformas digitales, ya que el hecho de pensar en subirlo a ellas condiciona la forma de pensar la audiencia. Por ejemplo, el hecho de que un trabajo de video participativo esté orientado para ser subido a la plataforma de YouTube implica tomar en consideración las posibles percepciones de éxito/fracaso que pueda generar el número de visualizaciones, que termina siendo central en su construcción narrativa.
Por otro lado, participar en contextos de divulgación del conocimiento conlleva algunos problemas con las audiencias. Ferrándiz (2013) comenta que alguna vez se ha visto en la situación de que una asociación le ha llamado para hablar en un acto público sobre la guerra civil, y al subir al estrado se encuentra que la audiencia está formada en su mayoría por personas que han vivido la guerra civil ¿Cómo decir algo relevante para esta audiencia cuando uno siente que debería estar sentado y ellos en el estrado? (Ferrándiz, 2013:55’’57’). Dentro de los diferentes públicos que se dan, es necesario saber modular el lenguaje tanto verbal como corporal.
“Profundizar en el registro de “respuesta rápida” nos permitirá aumentar nuestra relevancia en debates sociales de actualidad proporcionando análisis crítico en una variedad de contextos, desde reuniones académicas a asambleas de ONGs o relaciones con los medios de comunicación, en los que en ocasiones no estamos todavía suficientemente representados.” (Ferrándiz, 2008:108).
Referencias
Agar, M. (1996) “Hacia un lenguaje etnográfico”. En C. Reynoso (Ed.) El surgimiento de la Antropología Posmoderna. (pp. 117-137). Gedisa.
Cruces, F. (2003) “Etnografías sin final feliz. Sobre las condiciones de posibilidad del trabajo de campo urbano en contextos globalizados”. En Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, v58 (2) pp161-178.
Fabian, J. (2014) Time and the Other. How Anthropology Makes Its Object. Columbia University Press.
Ferrándiz, F. y Feixa, C. (2004): “Una mirada antropológica sobre las violencias”. Alteridades, vol. 14, núm. 27, enero-junio, pp. 159-174 Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa. Distrito Federal, México
Ferrándiz, F. (2008) “La etnografía como campo de minas: De las violencias cotidianas a los paisajes posbélicos”. XI Congreso de Antropología. Retos Teóricos y Nuevas Prácticas. XI Congreso de Antropología de la Federación de Asociaciones de Antropología del Estado Español (FAAEE) / Margaret Bullen, Carmén Díez Mintengui (Coord.)
Ferrándiz, F. (2013): Etnografías de respuesta rápida.
Massey, D. (2012) “Un sentido global del lugar”. En Albet, A. Benach, N.. (eds.) Doreen Massey. Un sentido global del lugar. Barcelona: Icaria, pp. 112-129
Moreno Andrés, J. (2019) El duelo revelado. La vida social de las fotografías familiares de las víctimas del franquismo. Madrid. Ed CSIC.
Velasco, H. y Díaz de Rada, A. (2006): La lógica de la investigación etnográfica. Editorial Trotta. Madrid