¿Perdemos el tiempo cuando releemos?
Podemos considerar que la relectura es, ante todo, una experiencia de reapropiación del significado de un texto bajo el efecto del reconocimiento. Es una actividad que requiere mayor atención que el simple consumo de un libro, porque el relector se encuentra confrontado consigo mismo como lector de una primera lectura, con sus recuerdos y sus olvidos. Al releer, evalúa las diferencias y similitudes entre sus dos lecturas, en un constante proceso de reajuste tanto del significado del texto como de su propia identidad en relación con sus circunstancias actuales y su actual capital cultural.
Releemos para “alterarnos”, es decir, para actualizar nuestra identidad, nuestras propias diferencias, a través de la identificación de huellas de lecturas anteriores, a veces presentes en la materialidad de las páginas del libro (notas garabateadas casi ilegibles a lápiz en los márgenes del texto, palabras subrayadas, bordes doblados, etc.).
La relectura nos permite así reajustar tanto la interpretación del texto como nuestra relación emocional con el libro y, finalmente, nuestra relación cognitiva con la historia, con las palabras y, más allá de éstas, con la realidad, con el mundo. En cualquier caso, el acto de releer tal como lo concibo en este artículo es muy diferente de este acto simple y a menudo mecánico que consiste en volver a un texto para asegurarnos de que lo hemos entendido correctamente.
Creo que la relectura es comparable al acto de reescritura. Eso es lo que intentaré demostrar aquí, a partir de un estudio de los Lais de María de Francia.
Me interesa aquí la relectura como una interrupción deseada en la progresión del recorrido de cada lector, estableciendo una parada que nos permita volver a una lectura antigua para «recordar con», pero también para intentar revisar verdades -o, al menos, creencias-, con el convencimiento de que lo que regresa (como, por ejemplo, la primavera tras el invierno) puede considerarse cierto y verdadero. Así, si la acción de leer fuese algo comparable a echar redes para pescar, entonces releer no sería poner la pesca (la lectura) al servicio del conocimiento (pescar), sino al servicio del reconocimiento de sí mismo como pescador. Es decir, se trata de repescar para ejercitar la memoria.
Entre los libros que releo a menudo, hay uno que nunca deja de intrigarme: es la colección de Lais de María de Francia. Mi experiencia personal como investigador interesado desde hace mucho tiempo en las prácticas narrativas de la Edad Media en Francia podría sin duda haber contribuido a mi fascinación por esta recopilación de cuentos presentados por la narradora como historias legendarias bretonas resucitadas tanto para salvarlas del olvido como para relanzarlas hacia el futuro.
El sistema de estrategias implementado en esta recopilación de cuentos para resaltar la tensión entre lo mismo (lo invariable) y lo nuevo (lo diferente) produce un efecto de bucle tan poderoso que atrapa al lector en un inevitable proceso de recomenzar de nuevo, hasta el punto de que ya la primera lectura puede considerarse, con razón, una relectura. Porque, de hecho, esta obra se construye, como veremos un poco más abajo, sobre una escritura especular que moviliza las memorias -a corto y largo plazo- tanto de la narradora como de los lectores, a través de un juego de espejos de cuentos que funcionan como eco de cuentos anteriores, incluyendo los que conforman la propia recopilación.
Al escribir (o más bien reescribir) los Lais, María de Francia explica su deseo de recuperar conocimientos antiguos a través del recuerdo de viejos cuentos difundidos oralmente, impulsada, me parece, por una especie de “obsesión embriogénica” (la expresión es de Marc Bloch, 1974: 32), creyendo sin duda que podemos explicar lo más cercano por lo más lejano. Al hacerlo, plantea su escritura como una reformulación y transcodificación de algo ya dicho, colocándolo al comienzo de una serie infinita de posibles reescrituras y relecturas. El original, el pasado, si existió, sólo es recuperable a través de sus restos, de sus reactualizaciones. Sólo es real en el proceso mismo de recordar, de reescribir y de releer.
Relectura y reconocimiento
En otras palabras, el relector que soy, a través del trabajo de la memoria de una relectura de los Lais de María de Francia, me contempla (me re-conozco) en el reflejo de la narradora que se contempla a sí misma (se re-conoce) en el trabajo de escribir sus recuerdos de las leyendas que escuchó. Esta contemplación nos permite cuestionar cómo se produce la transformación de un texto primario en textos secundarios y de un lector primario en lectores secundarios, en un proceso interdependiente de reapropiación de significado y reajuste de identidad, ambos bajo el efecto del reconocimiento.
En español, “recontar” se entiende generalmente como volver a contar un número de personas o de objetos para confirmar con precisión una determinada cantidad. La RAE admite una segunda acepción, poco usual, para expresar la acción de “dar a conocer o referir un hecho”, es decir, para expresar el hecho de “contar” más de una vez. En francés la situación es un poco diferente: para hacer una enumeración usan “compter” (contar) mientras que para narrar se usa preferentemente “raconter” (entendido simplemente como “contar”) frente a la forma no derivada “conter”.
Los usuarios habituales del francés de hoy en día ya no distinguen la derivación de la palabra “raconter”, resultante de la fusión del prefijo re- con una antigua forma “aconter”, derivada a su vez de “conter”. La consonante inicial de este verbo ya no expresa hoy la idea de intensidad o recurrencia. En los Lais de María de Francia, los ejemplos de “recunter” son raros (5 apariciones) en comparación con “cunter” (39 apariciones), pero denotan lo mismo que hoy: la acción de hacer (de forma oral o escrita) el relato detallado de hechos, la descripción o presentación de algo (un mensaje, una aventura, etc.).
En los comentarios meta-discursivos de la narradora, los dos verbos se utilizan indiscriminadamente para referirse a sus fuentes: “Plusurs le me unt cunté e dit” [Muchos me lo han contado y dicho; Lai de la Madreselva: v. 5], “Ceo nus recuntent li Bretun” [Esto nos cuentan los bretones; Lai de Lanval: v. 660]. Ambos verbos se usan también para designar el acto de poner por escrito los cuentos oídos: “Tut par rime les cunterai” [Con versos rimados les contaré…, Lai de Yonec, v. 4), “A jeo ki l’ai mis en escrit/ el recunter mult me delit” [Yo, que he puesto estas leyendas por escrito, disfruto mucho contándolas; Lai de Milon: v.533).
De esta indistinción inicial entre “cunter” y “recunter” se puede deducir que el prefijo no aporta ningún significado adicional, sino que simplemente subraya el aspecto habitualmente recurrente del acto de contar: ¿los cuentos no son, después de todo, re-latos, aventuras que re-memoramos, verdades que re-velamos? Esta hipótesis también justificaría el éxito actual en francés de la forma con r- en detrimento de la forma simple “conter”, con su semántica más débil. Así, el prefijo simplemente nos recuerda que contar historias es necesariamente un acto de reformulación de algo ya dicho.
El carácter reformulado, es decir “dialógico”, de cualquier cuento (de hecho, de cualquier discurso) ha sido comúnmente aceptado desde Bajtín. La reformulación es tan constitutiva del acto de contar una historia que a menudo pasa desapercibida para el lector desinformado, apenas identificable en las discretas huellas del intertexto y del interdiscurso. En casos excepcionales, como en los Lais de María de Francia, las marcas de la reformulación, en lugar de disimularse, se exhiben en todos los estratos de la composición literaria.
Las vueltas del anillo
En María de Francia, la reformulación se convierte en un modo de acción que sirve, al menos, a un propósito declarado: salvar del olvido un determinado capital cultural (los cuentos orales bretones). Como modo de acción, la reformulación corre el riesgo de romper la tensión entre la primera formulación (el “original”) y la copia, entre la novedad y la tradición, entre el cambio y continuidad, entre renovación y conservación, y esto con consecuencias sobre el acto de lectura, como veremos a continuación.
Partimos de la distinción entre el acto de volver a contar algo debido a los frecuentes fallos de la comunicación (cuando retomamos una idea que quedó incompleta o mal comprendida durante una conversación, por ejemplo) de aquellas reformulaciones, por el contrario, intencionadas, que sirven a diversos fines. Entre estas últimas, podemos distinguir las reformulaciones parafrásticas (con función clarificadora) de las reformulaciones no parafrásticas (con función persuasiva: repeticiones y énfasis) que consisten en algo semejante a hacer girar una alianza o una rueda sin moverla de donde estaba.
En los Lais de María de Francia, la reformulación intencional opera estratégicamente en varios niveles. A continuación, se muestran algunos ejemplos, sin pretender ser exhaustivos:
A nivel microestructural, en cada cuento de la colección, hay muchas repeticiones de hechos ya contados por la propia narradora o por algún personaje. Se trata de breves recapitulaciones que contribuyen a la cohesión de la historia. Apelan a la memoria corta e individual del lector, quien así puede reconsiderar y posiblemente reinterpretar los hechos leídos.
La estrategia de la reformulación también se observa en el nivel macroestructural de la colección. De un cuento al otro, la vuelta recurrente de ciertos temas (el concubinato, los niños criados lejos del hogar materno, el parricidio, etc.), de ciertos espacios (la torre, el jardín cerrado, el dormitorio y otros espacios del encierro femenino), de ciertos objetos (el anillo, la sangre, el barco sin timón, etc.) y de ciertos comportamientos (el llanto principalmente) constituyen elementos desencadenantes de la memoria discursiva. Los elementos repetidos a lo largo de la colección encuentran su referente preciso tanto en cada cuento de la colección como en otros cuentos ya leídos por el lector en otros libros o ya oídos en otros relatos.
En concreto, respecto al simbólico objeto del “anillo”, sirvan como ejemplo estas recurrencias:
« Par lur anels s’entresaisirent » [Intercambiaron sus anillos, Lai de Equitan, v. 1]; « Un gros anel li lie al braz” [le amarró al brazo un gran anillo; Lai de Fresno, v. 125]; “Ele s’en vet, l’anel en porte » [ella se va con el anillo; Lai de Yonec, v. 445]; “Al col li pendirent l’anel” [le colgaron el anillo al cuello, Lai de Milon, v. 96]; Tuit portouent sa druërie, anel u manche u gumfanun” [Todos llevaban la muestra de su amor, anillo o paño o estandarte, Lai del Desgraciado, , vv. 68-69]; “pur ceo li enveia l’anel” [Por tal motivo le envió el anillo, Lai de Eliduc, v. 510]
La vuelta del mismo objeto (el anillo) en diferentes escenarios sitúa cada una de sus reactualizaciones en la intersección entre uso y mención. Todas las vueltas del “anillo” producen el efecto de recordar un objeto que parece ubicuo, a la vez diferente e invariable, invitando al lector (que se convierte en relector) a repensar su relación cognitiva con el objeto omnipresente (el anillo) en otras apariciones del mismo objeto en otras lecturas más allá de los Lais. La estrategia de reformulación en este nivel interdiscursivo pretende despertar la memoria a largo plazo, individual y colectiva, para la recuperación de recuerdos (casi) olvidados. Requiere la movilización del capital cultural simbólico del lector y el reconocimiento de un recuerdo (tal vez un olvido) compartido.
Además, en virtud de la recurrencia de los mismos elementos de una historia a otra, cada cuento es a la vez una reformulación del anterior y una anticipación del siguiente, funcionando, así, como fragmentos de un todo. Corresponde al relector encontrar la coherencia, re-identificar (re-encontrar, re-conocer) las invariantes más allá de las diferencias, las variaciones más allá de las similitudes. En definitiva, corresponde al relector ejercer el recuerdo… como lo hace la propia María de Francia. Al recopilar los Lais, María de Francia los evalúa, los clasifica, los ordena… de modo que el acto de compilación es también en sí mismo un acto de reformulación.
¿Con qué intención recuperar una vieja tradición bretona?
El trabajo de reformulación en María de Francia también se realiza a nivel de códigos lingüísticos, mediante una doble transcodificación: escritura de una formulación oral primaria más traducción del bretón antiguo al anglo-normando. En este nivel, la reformulación responde principalmente al deseo declarado de “salvar del olvido” (“nes vueil laissier ne obliër”, Prólogo, v. 40). Además, al registrar por escrito estos conocimientos orales y traducirlos a la lengua de la comunidad lingüística dominante a la que pertenece, María de Francia también quiere hacerlos accesibles y comprensibles para los lectores de habla anglonormanda, en particular para su noble rey Enrique II Plantagenêt a quien dedica explícitamente su obra (Prólogo, v. 43). Sin embargo, estas intenciones declaradas por la propia María de Francia tal vez no sean las únicas que subyacen en su proyecto de escritura.
La reformulación es un acto lingüístico esencialmente persuasivo, que permite varias operaciones argumentativas: recapitulación, invalidación, distanciamiento y reconsideración. Estas operaciones no son excluyentes. Implican una relación de tensión entre, por un lado, una postura que apunta a la construcción cooperativa de significado con su lector y, por otro lado, una postura que apunta a la imposición de un cierto significado, de una cierta manera de interpretar. Los datos analizados muestran que, en los Lais de María de Francia, las reformulaciones no son aleatorias, sino que, por el contrario, responden a un alambicado plan compositivo, que gobierna toda la obra. La narradora les otorga una dimensión pragmática con el objetivo explícito de la “remembrance”, es decir la recuperación de conocimientos que no quiere (ni debe) dejar caer en el olvido.
Su elección de construir una historia en bucle utilizando diversos procesos de reformulación aparece, así, por un lado, como una marca estilística y, por otro lado, como un rasgo de identidad de María de Francia como sujeto que:
- cuestiona el tiempo, considerando el presente como una simple bisagra entre el pasado y el futuro,
- cree en el poder de encantamiento de las palabras, guiada por la convicción (¿o la certeza?) de que cuanto más se repite algo, más probabilidades hay de que ese algo “se haga realidad”.
En María de Francia, la reformulación funciona también como modo de resistencia o de pasividad tenaz: la acción no es más que el retorno de la misma acción, la escritura sólo puede ser reescritura, sólo el retorno de las mismas palabras. Su historia se convierte entonces en una pausa que propicia la rememoración más que el simple placer de la lectura.
El problema de la copia y el original
La escritura como producción de copias de documentos administrativos y textos destinados a la enseñanza y la propagación del conocimiento era una práctica común en la época medieval, como sabemos. Pero la originalidad de María de Francia reside en el hecho de que su escritura se presenta no como una copia, sino como la renovación de algo ya dicho para adaptarlo a un nuevo público.
Su originalidad también reside en el hecho de que explicita su papel de mediadora, escenificando su escritura a través de comentarios meta-discursivos (“no sé qué más podría contar”, “me parece que fue en ese momento”, “no sé cómo llamarlo” …), que reflejan los tanteos y las dificultades propias del proceso de reajustar los cuentos antiguos a un nuevo público.
Estos comentarios meta-discursivos funcionan como garantía de objetividad. Al exhibir sus dudas y limitaciones en su acto de recordar, la narradora se construye un ethos preocupado por la veracidad, es decir, la imagen de una narradora preocupada por permanecer lo más cerca posible del original. Consigue así, como de rebote, crear la ilusión de la existencia de una instancia original de validación (la antigua tradición bretona) y de un referente original (las leyendas orales).
Sea o no “real” este original, sólo puede recuperarse mediante su reformulación por parte de María de Francia. Debido a la ausencia de la formulación oral inicial, por un lado, y al carácter consumado de la reformulación escrita “final”, ésta adquiere una preeminencia comparable al estatus de modelo. Mientras reemplaza el original perdido, la recopilación de María de Francia se sitúa al inicio de una serie de copias. Esto produce una paradoja: la tradición oral bretona que la narradora pretendía instaurar se ha inscrito desde entonces, a través de su modelo, en una cadena de copias y variaciones, traducciones, reescrituras y, por supuesto, también lecturas y relecturas. Porque, de hecho, lo que se reescribe (y relee) una vez, es susceptible de ser reescrito (y releído) infinitamente.
Reescritura y relectura
Aunque María de Francia hace explicito el carácter de “copia” de sus Lais en relación con la formulación oral original, en ausencia del original, el lector sólo puede dejarse seducir por sus buenas intenciones y admirar la sutilidad de sus estrategias de (re)escritura… lo que no impide a fin de cuentas la disolución del original. Ahora bien, entendemos que el “original” debe haber existido necesariamente, ya que ha sido recuperado y transformado. Se invita entonces al lector a buscar rastros en los Lais de este original perdido en (y con) las reformulaciones realizadas por María de Francia.
Origen real o mítico, la única realidad de los cuentos orales evocados por María de Francia está en la copia, marcada por la huella de la narradora.
Es comúnmente aceptado que en la Edad Media no había ni conciencia de autor, ni ambición de originalidad: he escrito varios artículos en los que he criticado la parcialidad de esta visión que no es suficiente para dar cuenta de las condiciones particulares de producción y distribución de textos en la Edad Media. Tal idea se forjó en el siglo XIX, en el marco de una concepción romántica del autor como personalidad singular y de la originalidad como ruptura con la tradición, con fines nacionalistas y revolucionarios. Sin embargo, en la Edad Media el concepto de originalidad era sin duda diferente: estaba más vinculado a la noción de origen que a la de originalidad.
En la época de las grandes catedrales, donde la cultura masculina, aristocrática y cristiana dominante imponía sus discursos, se desarrolló una cultura del reciclaje, del archivo y del atesoramiento destinada a salvar del olvido saberes marginales, apócrifos y prohibidos (saberes considerados “femeninos”). Podemos entender que, cuando se trata sobre todo de evitar “la incapacidad de recordar el acontecimiento a una distancia segura” (Ricœur, 2000:509), la originalidad (en el sentido moderno) cuenta poco.
Entre variación y continuidad
El acto de relectura se caracteriza por la misma relación entre dos fuerzas contrarias inherentes al proceso de reescritura, a saber, la variación y la continuidad, ambas necesarias para la construcción, transmisión y fijación del conocimiento.
Generalmente, releer es una cuestión de elección: podemos decidir si leer un nuevo libro o releer un libro ya leído; en este último caso, podemos elegir qué releer. Sin embargo, en los casos de textos construidos a partir del retorno del mismo texto, como los Lais de María de Francia, la relectura ya no es una opción.
Hemos visto que, en esta recopilación de cuentos, la reescritura es programática: forma parte de un proyecto estructurado, fuente y fin del escrito. En estas circunstancias, la primera lectura sólo puede ser una relectura.
En una lógica pragmática, la relectura puede considerarse como una pérdida de tiempo y de energía, como lo sería, siempre en esta misma perspectiva, cualquier acto de reformulación, contrario a las leyes de la economía lingüística. Y, sin embargo, nos gusta releer como nos gusta volver a contar una y otra vez una misma cosa. Según B. Abraham (1983), la relectura como forma de aferrarse a determinadas obras (fetiches), particularmente a las del pasado, no puede considerarse una pérdida de tiempo sino una forma de negar el tiempo. Me refiero a la negación de una cierta concepción del tiempo, de esa concepción común que representa el tiempo como una línea recta que tiende hacia el infinito en ambos extremos.
Lo interesante, en mi opinión, del acto de releer o de reescribir es el efecto de bucle temporal que provoca. Este bucle conecta el pasado y el futuro en un movimiento que establece una situación de lectura y escritura cíclica, donde los parámetros de persona, espacio y tiempo evolucionan en un viaje de ida y vuelta, diferentes cada vez, sin dejar de ser los mismos. El tiempo y energía invertidos en el acto de releer se ven así compensados por el placer del reconocimiento y por la felicidad del reencuentro consigo mismo.
Bibliografía
ABRAHAM, B. (1983), « À propos de la relecture », Semen, 1, 83-104. [Texte intégral en línea]. URL : http://semen.revues.org/4251.
BLOCH, M. (1974), Apologie pour l’Histoire, Paris : Armand Colin.
RICŒUR, P. (2000) La Mémoire, l’Histoire, l’oubli, Paris : Seuil