Comunidades imaginadas: el sentimiento de la pertenencia

La noción de comunidades imaginadas ha revolucionado los análisis sobre identidades sociales. Este concepto fue propuesto por Benedict Anderson en su influyente obra Imagined Communities (1983), y desde entonces ha sido esencial para comprender cómo las naciones -y otras comunidades- se configuran más allá del contacto directo entre individuos. Un concepto que se ha convertido en una herramienta clave para analizar la sociabilidad a todos los niveles, desde asociaciones de vecinos a comunidades digitales, sin olvidar, el elemento en el que se centró Anderson: el auge del nacionalismo. Las comunidades imaginadas son el resultado de un proceso de identificación colectiva y de imaginaciones compartidas.
El concepto de Comunidades Imaginadas
Anderson sostiene que todas las comunidades, por grandes que sean, son «imaginadas». Esto significa que los miembros de una comunidad, a pesar de pertenecer a un mismo grupo, no han interactuado directamente con todos los otros miembros de la comunidad, pero comparten una imagen mental de la misma. Por ejemplo, las personas que se identifican como «españoles» no conocen a todos los ciudadanos de España ni interactúan con ellos, pero la idea de ser parte de la comunidad española está firmemente asentada en su conciencia colectiva, es decir, que la nación no es una entidad natural o preexistente, sino una construcción social moderna.
En su libro Comunidades imaginadas (2006), Anderson se centra en las comunidades nacionales: la nación se imagina como una entidad colectiva que trasciende las fronteras de la experiencia individual y se convierte en un marco referencial compartido por todos sus miembros. Sin embargo, este planteamiento realmente se extiende a infinitas formas de generar comunidad en las que no se tenga una interacción directa entre todos sus miembros. Como señala Anderson, «todas las comunidades más grandes que el contacto cara a cara (y quizá incluso éste) son imaginadas» (Anderson, 2006:6).

El matiz de “imaginado” no implica que la comunidad sea falsa o inventada de manera maliciosa. La comunidad no está limitada a la interacción directa, sino que se basa en una construcción social colectiva. El sentimiento de pertenencia a un grupo se fortalece a través de imágenes mentales compartidas. Estas representaciones, aunque no sean tangibles, son poderosas y generan un fuerte sentido de comunidad, aunque también de rechazo cuando cosifican la propia identidad, como se ejemplifican con estas frases: “los mexicanos son así” o en “los mexicanos somos así”. En todas ellas existe una dimensión imaginada, donde cada individuo que se siente pertenecer, tiene su propia imagen de lo que es esa comunidad. Funciona más agresivamente en las “comunidades digitales”, donde la pertenencia al grupo plantea una gran complejidad de estudio, aunque en definitiva, casi todas las comunidades también poseen dimensiones digitales.
Pero, ¿son los imaginarios creados de manera horizontal por todos sus miembros? En general no, suelen haber agentes más influyentes que otros en su construcción. El modelo de Estado-nación trajo consigo la imposición de una “cultura oficial” sobre territorios vastos, habitados por poblaciones diversas. Esto supuso un esfuerzo por homogenizar las identidades dentro de los límites del Estado, creando una narrativa común que buscaba consolidar el sentimiento de pertenencia a una misma nación, aunque fuera a través de la violencia, suplantando las diversas formas de vida y las identidades regionales por una identidad nacional uniforme que se expresa principalmente a través de medios de comunicación, literatura, símbolos nacionales… usualmente con una imaginada camaradería horizontal (Anderson, 2006:7). Para un análisis riguroso siempre es recomendable concretar quién habla, sobre quiénes, por qué y hacia qué audiencia.
Influencias globales de Comunidades Imaginadas
En su epílogo a la edición de 2006, Benedict Anderson apuntó la difusión transnacional del concepto de “Comunidades imaginadas”: “geobiografía de comunidades imaginadas” (Anderson, 2006:207). En él, hizo hincapié en cómo la globalización y las nuevas formas de comunicación han ampliado y transformado el concepto.
El antropólogo Arjun Appadurai, a raíz del concepto de comunidad imaginada, desarrolló todo un marco analítico sobre influencias globales a través de cinco categorías clave: ideoscape, ethnoscape, financescape, mediascape y technoscape (Appadurai, 1990). Estas categorías ofrecen una visión integral de cómo funcionan los flujos de ideas, personas, dinero, medios y tecnología.
A partir de este análisis, diversos autores los han utilizado dando lugar a diferentes categorías de análisis aplicados a temas e investigaciones, como por ejemplo el memoriscape, o el foodscape. Todas ellas parten del concepto extendido de “mundo imaginado”, que es, una reproducción literal del trabajo de Benedict Anderson. Estos nuevos términos contribuyen a la comprensión de cómo se conectan elementos de diferentes partes del mundo, creando lazos globales transmisores de cultura, historia, recursos y tradiciones compartidas.
Referencias
Anderson, B. (2006 [1983]) Imagined communities. London: Verso books.
Appadurai, A. (1990) ‘Disjuncture and Difference in the Global Cultural Economy’. En Theory, Culture & Society Volume: 7 issue: 2-3. June 1, 1990.