Cantando la barba: revisitando a Miliki
Dos temas que levantan ampollas: el feminismo y Los Payasos de la Tele. Ahora que la chirigota “del Selu” se atreve a cantar por soleares los saluditos de Don Pepito, pensamos que sería el momento de abrir este melón. Llevamos más de una década reflexionando sobre estas letrillas que martillearon nuestros oídos infantiles, tratando de comprenderlas desde diversos ángulos. La óptica feminista resultó bastante fructífera, especialmente cuando se trata de vanagloriarse de una barba.
¡Ojo! No queremos decir ni que Miliki fuera un machista ni que la siguiente sea una lectura definitiva. Sería más fácil acusarlo de haber cantado estribillos como este: Lunes antes de almorzar, / una niña fue a jugar, / pero no pudo jugar / porque tenía que planchar.
Demasiado fácil. Lo complejo, lo ambiguo, lo peligroso radica en esas otras letras que a primera vista parecen una acumulación de simpáticos sinsentidos. Sin pretender enfangarnos en el cenagal de los juicios de intenciones, nuestra exégesis se guiará por asociaciones, por inspiraciones. Contentándonos con establecer correspondencias con fenómenos muy reales.
Mi barba tiene tres pelos fue publicada como cara A de un single en 1971. La cara B la dejaremos para otra ocasión (tiene tela). Básicamente, los Payasos exhortan al público infantil a repetir el estribillo con algunas variaciones. La estrofa en cuestión es la siguiente:
Mi barba tiene tres pelos.
Tres pelos tiene mi barba.
Si no tuviera tres pelos
pues no sería una barba.
Los Payasos animan a los jóvenes presentes (dos niñas y dos niños en el centro del escenario de TVE, en el vídeo) a llevarse la mano al cabello y al mentón, en alusión a esa barba que ninguno de ellos posee, pero de la que todos están aprendiendo a enorgullecerse. Lo que ellos parecen conceptualizar como “cantar la barba”.
¿Cuál es el problema? Que los niños acabarán ostentando la barba a la que aspiran, pero las chicas nunca la obtendrán. Se selecciona un rasgo asimétrico del cual, sin embargo, todos están aprendiendo a preciarse, y se insiste en su naturalidad y su importancia para el desarrollo identitario de cada uno de los sujetos (“mi barba”).
Refleja este corro infantil los relatos que, en sociedades patriarcales, exaltan los rasgos masculinos por encima de otros de género más neutral (como los dedos, la estatura, la forma de las orejas…). Quien tenga senos pronunciados o caderas anchas sabrá en su fuero interno que lo óptimo, aunque para ellas resulte inalcanzable, es tener “cojones”, pelo en pecho y otros atributos del género no marcado, el masculino. Una barba de al menos tres pelos.
Un rasgo arbitrario, que responde a la elección caprichosa de un génerosexo sobre otro. No resiste un juicio crítico y hace mucho que perdió su lustre teórico, pero la vieja jerarquía se mantiene en la práctica social. De hecho, más adelante la canción afirma arrepentirse de su conservadurismo y decide omitir la palabra “barba”, alegando que es “una barbaridad muy bárbara”. Invita a los niños a repetir el estribillo sin pronunciarla:
Mi … tiene tres pelos
Tres pelos tiene mi …
Si no tuviera tres pelos
pues no sería una…
Algún malpensado podría ver en esta omisión una alusión fálica aún peor, pero creemos que es algo más fundamental: habiéndose deslegitimado el rasgo específico que fundaba la opresión, esta continúa de forma ciega, mecánica. Poco importa que ya no se considere al Sapiens macho la vera efigie de Dios, que ellos se afeiten, se depilen, se perfumen, se dejen el pelo largo y aprendan nuevas emociones de la “nueva masculinidad”: la vieja opresión de género, que es más metafísica que otra cosa, persiste de generación en generación. Poco importa que ya no haya barba; la odiosa cantinela seguirá sonando. En una última ronda, se elimina la palabra “pelos”.
Mi … tiene tres …
Tres … tiene mi …
Si no tuviera tres …
pues no sería una …
Rupturas y lagunas que son las del discurso patriarcal, hoy. Discurso erosionado, quebrado, que flota sobre el vacío: ellos siguen teniendo la vara de mando porque […].